mardi 14 septembre 2010

Qué hacemos con la educación este Bicentenario?

Llegó septiembre y en Chile (al menos, en las redes sociales) todo el mundo anda « endieciochado" o "Bicentenariado".

Como soy grave asumida, me pregunto : ¿ Qué haremos para celebrar este Bicentenario desde la educación? No me refiero a la celebración misma, ésa es cuestión de cada individuo/ grupo. Mi pregunta va más bien ligada a cómo aprovechamos esta instancia para educar. Eso, educar. Si hay algo que caracteriza nuestra manera de enseñar en Chile es la manía por aprovechar los hitos en la enseñanza escolar. ¿quién no debió realizar un dibujo del Combate Naval de Iquique? Más allá de la anécdota, estoy segura de que ese mecanismo no es el mejor para “instalar valores patrios” en los niños. No obstante, bien utilizada, la estrategia de apelar a la contingencia puede motivar a los estudiantes a ir más allá en sus aprendizajes. Por eso me pregunto: ¿Por qué no utilizar esta celebración para instalar temas de debate en las escuelas?

Este año del Bicentenario ha estado plagado de hechos noticiosos que ciertamente le ha dado un aspecto aún más particular a las celebraciones. Las elecciones presidenciales fueron ganadas por la derecha, después de 50 años sin detentar el poder democráticamente, un terremoto (el segundo más grande registrado en la historia) y tres maremotos azotaron con furia a buena parte del país, 33 mineros siguen atrapados en una Mina del norte del país, la instalación de una Central hidroeléctrica fue finalmente abortada gracias a la manifestación masiva de la ciudadanía y 32 mapuche se arriesgan a morir para protestar contra la aplicación de la ley antiterrorista.

¿Por qué estos temas (u otros) no serían una buena excusa para el debate en las aulas?

Estos hechos, todos ellos, debieran ser utilizados como excusa para la discusión en las aulas. Sobre quienes somos, qué somos los chilenos y cómo nos proyectamos hacia el tricentenario. Junto con el desarrollo de las capacidades linguistico-discursivas de nuestros estudiantes, pienso en la educación de los valores ciudadanos. ¿Cómo podriamos exigirles participación ciudadana en la edad adulta sino han tenido canales de expression adecuados, sino han podido aprender a ser ciudadanos ?

Ahora me pregunto, ¿se discute en las aulas? ¿Se confrontan fuentes? ¿Se realizan debates?, ¿Desde dónde habla un profesor? , ¿Cómo comienza una clase el profesor hoy en día?

A riesgo de parecer proselitista, creo fundamental en los profesores el hecho no sólo de estar informado, sino además, de adoptar una posición frente a la realidad sin que por ello eso signifique sesgar la mirada que los alumnos tenga del mundo.

De mi experiencia docente en colegios, recuerdo el momento en que fue detenido Augusto Pinochet en Londres (quizás la experiencia más concreta que me ha tocado vivir en este sentido). Como ciudadanos, imagino que todos tomamos partido acerca de si debía o no ser procesado por la Justicia (española, inglesa o chilena) y de si era o no legítimo que hubiera sido privado de libertad en Londres.

En el colegio en que trabajaba por esos años se nos reunió formalmente para prohibirnos hablar del tema con los alumnos. Se trataba de un establecimiento municipal que acogía a estudiantes de distintas comunas y procedencia social. Una gran mayoría había desertado del colegio y se había reintegrado a esta escuela –bastante sui generis, hay que decirlo- porque ya era demasiado mayor para seguir su instrucción formal en una escuela tradicional. La mayoría de estos jóvenes tenía una visión crítica del mundo y particularmente de la política en Chile y del régimen Militar. Muchos de ellos eran abúlicos hacia la vida en general y no mostraban interés particular por las materias escolares. Sin embargo, frente a este caso se mostraban interesados no sólo en la anécdota sino en el trasfondo y pedían discutir. “¿Profesora, usted qué piensa? porque yo encuentro que...”

Esos jóvenes que, aparentemente, “no pescaban”, “estaban ahí” con lo que pasaba, pero justamente La Escuela (la Dirección del colegio) no creía que fuera un “tema adecuado” para discutir con los alumnos.

Qué difícil decidir qué es lo “adecuado”! ¿quién puede decidirlo?

En ese sentido, la educación sexual en las escuelas sufre del mismo síndrome: todos dicen que es importante educar sexualmente a nuestros jóvenes, pero nadie sabe cómo abordar el tema, desde qué edad, con qué enfoque. Demás está decir que hay quienes incluso afirman que ello sería exclusivamente responsabilidad parental. Lo cierto es que el Proyecto educativo de cada colegio puede y debe hacerse cargo de cuestiones como éstas.

En el caso citado, claramente existía una disociación entre lo que la Escuela valoraba como importante (o adecuado) y lo que el estudiante percibía como tal. Investigaciones acerca del valor del aprendizaje señalan justamente este desfase (cf. Valenzuela, J. 2007) y llaman a cuestionarnos como docentes desde dónde miramos la realidad y cuán en sintonía estamos con los intereses de los alumnos. No estoy tratando de decir con ello que lo que hay que hacer en aula es lo que los estudiantes quieran, pero hay maneras inteligentes de atraer la atención de los alumnos para que quieran aprender de manera profunda. Ese es el desafío.

Referencias

Valenzuela, J. (2007, marzo). Le sens accordé à apprendre à l’École. Comunicación presentada en el seminario del laboratorio de Motivación y aprendizaje, Universidad Católica de Lovaina. Louvain la Neuve, Bélgica.

lundi 23 août 2010

¿Es necesaria la equidad en la educaciòn?


Una de las preocupaciones más recientes en educación es la de la equidad.

Se entiende por equidad el dar igualdad de oportunidades en los aprendizajes a todos los niños independiente de su origen social o ingreso económico.
¿Es necesaria realmente la equidad en la educación? ¿Por qué debiéramos preocuparnos de ésta?
Personalmente creo que el énfasis en la equidad no solo debiera preocuparnos a quienes trabajamos en educación, debiera ser una cuestión que nos atañe a todos, como personas, como sociedad.
Conversando con mi hijo mayor trataba de hacerle ver lo mucho que él ha tenido en su corta vida. Oportunidades que otros jamás tendrán y que, lejos de sentirse culpable por ello debe tenerlo presente para sacarle el provecho que corresponde y llegar a ser lo que quiera ser. 
 ¿ Acaso no se trata de eso la educación?

lundi 24 mai 2010

¿Qué significa leer mucho?

Me sorprendí por primera vez analizando una frase que había oído en incontables ocasiones. Tan corriente es escucharla, que creo que nunca me tomé el tiempo de analizarla. En los medios de comunicación, las conversaciones con los amigos y en el "debate público" la expresión "los chilenos leen poco" (o sus variantes " los chilenos no leen mucho" o simplemente "los chilenos no leen") se hace cada vez más recurrente.
Se utiliza normalmente para argumentar sobre nuestra pobreza intelectual o nuestros magros desempeños en evaluaciones internacionales (cfr. PISA, TIMSS, PIRLS).
En esta ocasión la escuché en boca de un periodista que argumentaba que nuestros políticos no comprendían al electorado porque no leían libros ni estudios que les pudieran ayudar a "orientar" sus campañas hacia los intereses de los votantes. (o que es lo mismo decir "leer manuales de cómo manipular mejor al electorado")
En fin, sin querer entrar en este último terreno (sabroso, pero que excede mis limitadas competencias), el hecho de ligar lectura y saber es ya un avance...después de todo, el ser un "mono lector" es lo que nos ha dado ventajas comparativas con otros monos-no-lectores.
Pero frente a la expresión "leer mucho" comienzan mis suspicacias. ¿Qué es eso de leer mucho? 'Leer mucho' es como decir leer "buena" literatura. ¿Qué es la "buena literatura"? Ya en un debate presidencial un candidato se expresó justamente en esos términos al hablar del fomento a la lectura... Sin querer entrar en el análisis del valor literario de una obra (materia interesante para cualquier teórico de la literatura, pero que no se aplica para los fines que persigo en este breve espacio), lo cierto es que dada la explosión en el conocimiento y en los medios de difusión del saber, leer hoy se vuelve no sólo mas accesible sino también paradójicamente más difícil.

Son tantas las fuentes de información, tantos los datos a retener y a contrastar, que es bien difícil pensar en cómo hacerle frente a la avalancha informativa.

Pensemos por un momento : "Leer mucho", ¿podría definirse de algún modo?

Y frente a esa pregunta surge otra asociada : basta que leamos « cualquier cosa » para decir que leemos ? y esa noción de « buena lectura », ¿qué supone ?

Las investigaciones en lectura revelan efectivamente que leemos de maneras diferentes, según nuestro objetivo de lectura, pero también según el tipo de texto al que estemos confrontados. Por otro lado, las circunstancias en que leemos, las condiciones de la situación (cantidad de luz, hora del día, nivel de ruido ambiente, nivel de urgencia o de cansancio lugar, etc) modificarán no solo el resultado sino también el proceso de lectura (frente a este punto investigación en lectura, me explayaré en los siguientes post).

Finalmente y volviendo al tema inicial: para saber si efectivamente leemos poco o mal (o mal y poco) debiéramos primero aclarar de qué tipo de lectura hablamos (tipos de textos y objetivo de lectura) y en función de aquello evaluar en consecuencia. Me parece que hasta ahora los juicios emitidos no son sino eco de un par de estudios internacionales en donde se compara el nivel lector de cierta población letrada en diferentes sociedades más o menos industrializadas. Ciertamente es un punto de partida para comenzar a estudiar en serio el tema de los hábitos y desempeño lector en nuestra población adulta, pero cuando el dato es ya viejo (la medición fue realizada en 1998 y publicado el 2000 ), valdría la pena, al menos, condicionar nuestras afirmaciones frente a este tema. Finalmente, las comparaciones son siempre odiosas: o podemos ser autocomplacientes observando los resultados de poblaciones más deficientes o podemos deprimirnos por lo mal que lo hacemos en comparación con otros lectores. Lo primero en toda evaluación debiera ser establecer el objetivo de la misma. ¿qué queremos medir? ¿para qué?, ¿en qué población? Sólo una vez zanjada esta pregunta podemos pasar a la etapa siguiente, estableciendo por ejemplo “competencias” a lograr, según nivel educativo.

Finalmente, como objeto de estudio la lectura resulta de una alta complejidad a la hora de ser medida. Porque tendemos a simplificar, creyendo que hablamos de un objeto unitario (el texto) y de una capacidad que puede seer dicotomizada (lee/no lee; comprende/no comprende). Pero lo cierto es que la lectura deviene en nuestras sociedades modernas un objeto de alta complejidad y que, con la introducción de nuevos modos de leer (i.e. leer páginas web) es una habilidad que está sufriendo modificaciones y que, a la hora actual, aún no sabemos dimensionar en toda su riqueza y extension.